En 2024 la generación renovable experimentó un incremento del 10,3% en comparación con el año anterior. Representando así, un 56,8% de toda la electricidad generada en el país.
Este crecimiento no es un fenómeno aislado, sino el reflejo de un sector que ha evolucionado en respuesta a múltiples factores: la creciente necesidad de eficiencia energética, la digitalización de procesos y la presión regulatoria en el camino hacia la descarbonización.
Uno de los indicadores más reveladores de esta transformación es la aceleración de los contratos EPC y EnPC, cada vez más demandados por empresas y administraciones públicas. La reducción en los tiempos de maduración de estos contratos—de 12 meses a solo 8—demuestra que la percepción del valor de los servicios energéticos ha cambiado.
Hoy ya no se trata de una opción complementaria, sino de una pieza central en la estrategia energética de grandes consumidores y del sector terciario.
Sin embargo, aunque las cifras muestran un mercado en expansión, la pregunta clave es si esta evolución representa una consolidación definitiva del modelo o si todavía existen desafíos estructurales que pueden frenar su crecimiento.
La financiación sigue siendo uno de los principales obstáculos: el hecho de que la mayoría de las ESE sigan dependiendo de fondos propios para desarrollar proyectos pone en evidencia la necesidad de mecanismos financieros más ágiles y adaptados a la realidad del sector.
Con este contexto en mente, ¿estamos en la antesala de un crecimiento sostenido y estructural en el Autoconsumo industrial o todavía quedan retos pendientes que podrían desacelerar su evolución? Analizamos los factores clave que han impulsado este cambio y lo que podemos esperar en el futuro.
La evolución del mercado de servicios energéticos en España
El sector del Autoconsumo industrial no ha crecido por casualidad. Su evolución en la última década ha sido el resultado de una combinación de factores que han ido moldeando un mercado cada vez más sólido, más necesario y con un papel estratégico en la transición energética.
Hace diez años, la eficiencia energética no tenía el protagonismo que tiene ahora. Se hablaba de sostenibilidad, sí, pero el grueso de las inversiones seguía dirigiéndose a la generación de energía, no a la optimización del consumo.
Sin embargo, en los últimos años, el panorama ha cambiado de forma significativa. La presión regulatoria, la digitalización y el encarecimiento del precio de la energía han hecho que las empresas ya no vean la eficiencia como un extra, sino como una necesidad estratégica. Y ahí es donde los servicios energéticos han encontrado su espacio.
El dato es claro: en 2023, el mercado alcanzó una facturación de 3.990 millones de euros, con una inversión en proyectos que supera los 846 millones. Pero lo realmente interesante no es la cifra en sí, sino lo que refleja: las empresas están destinando más recursos a optimizar su consumo, a hacer auditorías energéticas, a digitalizar la gestión y a contratar modelos EPC que les permitan delegar en expertos la ejecución de proyectos complejos. Esto no es una moda, es una consolidación del sector.
Ahora bien, este crecimiento sobre el Autoconsumo industrial no ha surgido en el vacío. ¿Qué ha impulsado realmente esta expansión en los servicios energéticos? Primero, el marco regulador. Los objetivos de descarbonización impuestos por la Unión Europea han obligado a las empresas a tomar en serio la eficiencia energética.
Ya no es solo una cuestión de imagen corporativa , sino de cumplimiento normativo y de acceso a financiación favorable. Quien no optimiza su consumo, no solo paga más en la factura, sino que pierde competitividad en un entorno donde la sostenibilidad ya es un criterio clave en las decisiones de inversión y contratación.
Pero el gran cambio estructural ha venido de la mano de la digitalización. La monitorización del consumo en tiempo real, los sistemas de gestión energética y la inteligencia artificial han hecho posible que las empresas tomen decisiones basadas en datos, no en suposiciones. Y esto ha sido un punto de inflexión.
Las tecnologías ya no solo identifican dónde hay ineficiencias, sino que optimizan de forma automática, ajustando consumos en función de la demanda y evitando desperdicios innecesarios.
Todo esto ha llevado a una transformación en la forma en que se contratan los servicios energéticos. Hace unos años, el tiempo medio de maduración de un contrato en el sector era de 12 meses.
Ahora, ese plazo se ha reducido a 8 meses, lo que indica que las empresas han asumido que la eficiencia energética no es algo opcional ni postergable. Además, los modelos de contratación han evolucionado.
En el sector privado, los contratos EPC en el sector del Autoconsumo industrial son cada vez más frecuentes porque permiten externalizar el diseño y ejecución de proyectos energéticos sin que la empresa tenga que asumir directamente la inversión inicial.
Mientras tanto, en el sector público, el modelo 5P ha demostrado ser una solución eficaz para integrar diferentes aspectos de la gestión energética en una sola estructura contractual.
Lo interesante aquí no es solo lo que ha pasado, sino lo que viene. Con la tendencia de los últimos años, es difícil pensar en un retroceso. La eficiencia energética ya no es un complemento, es una prioridad estratégica.
La clave ahora está en ver si el sector sigue evolucionando a este ritmo o si algunos desafíos—como la financiación de proyectos o la dependencia de subvenciones—pueden ralentizar su crecimiento. Pero de lo que no hay duda es de que el futuro del mercado energético pasa, en gran medida, por los servicios energéticos.
¿Por qué están creciendo los contratos EPC y las auditorías energéticas?
El auge de los contratos EPC y las auditorías energéticas no es una casualidad ni una moda pasajera. Es el reflejo de un cambio estructural en la forma en que las empresas están abordando su consumo energético.
No hablamos solo de eficiencia, sino de rentabilidad, estrategia y, sobre todo, de adaptación a un mercado donde la energía ya no es un coste fijo, sino una variable clave en la competitividad de cualquier negocio.
Optimización de costes y rentabilidad: cuando ahorrar energía es cuestión de negocio
Durante mucho tiempo, la eficiencia energética se percibía como un “extra”, algo recomendable pero no urgente. Eso cambió en el momento en que las empresas comenzaron a sentir el impacto directo del precio de la energía en sus balances. Hoy, reducir el consumo no es solo una cuestión de sostenibilidad; es una estrategia de supervivencia en mercados cada vez más exigentes.
Las auditorías energéticas están creciendo porque permiten responder a la pregunta clave: ¿dónde se está perdiendo dinero en consumo energético? No se trata solo de detectar ineficiencias, sino de trazar un plan de acción realista para corregirlas. De hecho, la tendencia es clara: las empresas que han llevado a cabo auditorías energéticas están implementando medidas correctivas con retornos de inversión cada vez más rápidos.
Y aquí es donde entran en juego los contratos EPC. Para muchas empresas, la optimización energética no es su especialidad ni su foco principal de negocio.
Externalizar la ejecución de proyectos de eficiencia a través de un contrato EPC es una solución que reduce incertidumbre y riesgos, garantizando resultados medibles y, lo más importante, sin que el cliente tenga que asumir toda la complejidad del proyecto. En otras palabras, las empresas no solo quieren soluciones, quieren certezas.
Digitalización y tecnologías emergentes: el dato manda
Hay un factor que está acelerando este crecimiento y es la digitalización. Hoy en día, más del 70% de las Empresas de Servicios Energéticos ya están utilizando herramientas avanzadas de monitorización y gestión energética. Y no es casualidad. La capacidad de medir, analizar y optimizar el consumo en tiempo real ha cambiado por completo la forma en que se gestionan los recursos energéticos.
Pero la monitorización por sí sola no es suficiente. El siguiente paso es la automatización, y ahí es donde entran en juego la climatización inteligente, los sistemas de control optimizado y la integración de inteligencia artificial y Big Data. La tendencia es clara: las empresas ya no solo buscan eficiencia, buscan predicción y optimización continua.
Esto tiene implicaciones directas en la forma en que se diseñan los proyectos de eficiencia. Un contrato EPC ya no es solo una cuestión de cambiar luminarias o renovar equipos de climatización. Ahora, la integración tecnológica es parte fundamental de cualquier proyecto energético. Y esto, además de mejorar la eficiencia, está generando modelos de negocio más sofisticados, donde la inteligencia de datos juega un papel clave.
Financiación: el gran reto que sigue sin resolverse
Pero hay una barrera que sigue frenando la expansión del sector: la financiación. A pesar del crecimiento de los servicios energéticos, el 80% de las ESEs siguen financiando sus proyectos con fondos propios. Y esto es un problema.
No porque los proyectos no sean rentables—de hecho, cada vez lo son más—sino porque la falta de financiación limita la velocidad con la que se pueden llevar a cabo. Si cada empresa tiene que asumir el coste inicial de cada proyecto, el crecimiento del sector será más lento de lo que podría ser.
Aquí es donde entran en juego los bancos y los fondos de inversión. El sector necesita mecanismos financieros adaptados a la realidad de los servicios energéticos. Modelos que entiendan que estos proyectos no son una inversión especulativa, sino una apuesta segura con retornos medibles. Sin este respaldo, muchas oportunidades quedan sobre la mesa, y eso no es bueno ni para las empresas ni para la transición energética.
Entonces, ¿qué viene ahora?
Estamos en un momento clave. La demanda de contratos EPC y auditorías energéticas está creciendo, la digitalización está transformando el sector y los modelos de negocio están evolucionando rápidamente. Pero la pregunta es: ¿hasta dónde puede llegar esta tendencia si el problema de la financiación no se resuelve?
Si el acceso a financiación mejora, podríamos ver un crecimiento exponencial del sector en los próximos años. Si no, el crecimiento seguirá, pero de forma más contenida, limitada por la capacidad de inversión de cada empresa.
Lo que está claro es que los servicios energéticos ya no son un complemento dentro de la estrategia empresarial. Son una pieza clave en la gestión operativa de cualquier empresa que quiera reducir riesgos, mejorar su rentabilidad y prepararse para un mercado donde la eficiencia energética no es opcional, sino imprescindible.